martes, 5 de febrero de 2008

Maestros Modernos del Dibujo

El dibujo ha sido identificado desde el Renacimiento como la reflexión previa a la creación de la obra de arte, un elemento primordial que abarca su invención y su estructura, y no sólo su primer esbozo material. Esta concepción como proceso mental, común a todas las artes visuales, sirve para revelarnos lo más íntimo del artista: a través del dibujo reconocemos su sensibilidad, inteligencia, instinto y emociones, su consciente y su inconsciente. Para considerar el dibujo como un medio artístico en sí mismo habría que esperar a la liberación de las artes en el siglo XIX y la búsqueda por parte del artista de la especificidad del medio con el que trabajaba. Esta búsqueda es el punto de partida de la exposición, que trata de ahondar en las líneas esenciales de la modernidad artística a través del dibujo.


Al hilo de los artistas presentes en la muestra podemos seguir la evolución del dibujo a lo largo de los siglos XIX y XX, partiendo de Goya y terminando con un artista vivo, el británico Lucian Freud. Un completo recorrido que presta especial atención al último tercio del siglo XIX y primera mitad del XX, momento culminante de las vanguardias, desde el Impresionismo al Surrealismo.


Sin romper este arco cronológico, la muestra hace énfasis en lo español; el motivo no es otro que la indiscutible resonancia internacional que alcanzaron la mayoría de los artistas españoles presentes en la exposición, como Pablo Picasso, Juan Gris, Julio González, Óscar Domínguez, Salvador Dalí o Joan Miró.


Dibujo en estado puro


El recorrido arranca con un magnífico retrato a lápiz que Goya realiza de su mujer, Josefa Bayeu, en 1805. El pintor aragonés es el más claro precursor del arte moderno, sobre todo en lo que a su obra gráfica se refiere, con la que alcanzó notoriedad internacional en vida.


La revolución que supuso la liberación de la fidelidad anatómica en la representación del cuerpo está ya anunciada en la que es la obra más importante de la exposición: el pastel de Degas Después del baño o Bañista secándose (c. 1895); si la comparamos con Joven arreglándose el pelo (1939) de Matisse, vemos la enorme distancia recorrida por la modernidad en su alejamiento del modelo natural, que llega todavía más lejos, casi hasta la desfiguración, en Mujer en cuclillas (1917) de Egon Schiele.


Tras el énfasis en el color y la búsqueda de sensaciones y emociones del Impresionismo y del Expresionismo, con nombres como Pissarro, Bonnard, Nolde, Munch o Kandinsky -todos ellos presentes en la muestra-, surgirán los primeros impulsos del dibujo como creación autónoma: desde el sintetista Gauguin, al sofisticado Klimt, el existencialista Giacometti o el mismo Van Gogh, del que se expone Cabeza de una campesina (1884), una obra de extraordinaria fuerza expresiva, perteneciente a una serie dedicada a los rostros de campesinos que culminaría en la famosa composición Los comedores de patatas.


Entre las aportaciones más señaladas de la Colección Abelló y, por tanto, de la muestra, cabe señalar el formidable conjunto de obra sobre papel de Pablo Picasso; desde Mujer desnuda (c.1903) hasta Escena de corrida (1960), pasando por su Personaje cubista (c.1914-1915), sus Bañistas (1920) o sus Cabezas de caballos (1933), podemos encontrar casi una minihistoria del artista malagueño y, a su vez, del arte del siglo XX. También están presentes otros representantes de la corriente cubista y de sus derivaciones: desde Juan Gris o María Blanchard -una de sus más tempranas seguidoras-, hasta Pablo Gargallo y Torres García; todos ellos dan sentido a la afirmación de Gertrude Stein sobre la naturaleza española del Cubismo.


Destaca también la obra sobre papel de Julio González, figura clave de la escultura del siglo XX no sólo por su contribución en el uso del hierro sino, precisamente, por lo que él mismo denominó “dibujo en el espacio”; uno de los ejemplos más expresivos es su Desnudo atormentado (c.1910-14). En el extremo opuesto, por su simplificación esquemática y su ritmo expresivo primitivista, encontramos Mujer desnuda de pie de Brancusi. El sentido táctil de la forma domina también la obra de otro gran escultor presente en la exposición, Henry Moore, cuya Mujer sentada (c.1937) emerge como un gigantesco ídolo majestuoso.


Otro de los grandes movimientos de la vanguardia del siglo XX, el Surrealismo, se encuentra igualmente muy bien representado en la muestra: desde los españoles Joan Miró, Salvador Dalí -con su obra maestra Retrato del padre del artista y su hermana (1925)- y Óscar Domínguez, hasta André Masson o René Magritte.


Como punto final del recorrido, una pequeña representación del arte de la segunda mitad del siglo XX, con Balthus -Estudio para Katia leyendo (1969)-, Lucian Freud -Cabeza apoyada (1947)- y Andy Warhol -retrato de Jean Cocteau (1980)-; son las obras más cercanas en el tiempo, junto a algunos de los dibujos de Miró con los que cierra la exposición, como su Homenaje a Pollock (1978) en el que, al igual que en las propias obras del artista norteamericano, los trazos dejan de ser contornos que separan el interior y exterior de una figura para convertirse en vectores de fuerza y movimiento, trayectos a lo largo de los cuales se verifica una acción más rápida que el propio pensamiento: dibujo en estado puro.

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