jueves, 28 de febrero de 2008

pinturas parietales en Praileaitz

VITORIA.DV. El hallazgo, en agosto de 2006, de una serie de pinturas parietales en Praileaitz I cambió por completo la calificación y el rumbo de una cueva en la que el equipo dirigido por el arqueólogo Xabier Peñalver ya había realizado importantes hallazgos, como una espectacular colección de colgantes magdalenienses. Praileaitz I, que de no haber aparecido las pinturas que garantizaban a la cueva el máximo grado de protección habría terminado por desaparecer ante el avance de la cantera, se convirtió en la tercera cavidad guipuzcoana con arte rupestre, tras Ekain y Altxerri.
El primer informe pericial sobre las pinturas, una serie de puntos y líneas de color rojo que se vinculan al supuesto uso ritual de la cueva, fue realizado por el doctor en Prehistoria Marcos García Díez, que estableció la antigüedad de este conjunto de tipología hasta la fecha insólita en el País Vasco entre los 15.000 y los 20.000 años. Tras aquel primer informe que estableció las características básicas de las pinturas, no consta que se haya profundizado en el estudio de las mismas.
El segundo informe
Ayer, Miren Azkarate comunicó que su Departamento había encargado un estudio sobre los trazos de Praileaitz I a «un especialista en Prehistoria de ámbito internacional al margen de la polémica y, por lo tanto, sin prejuicios».
El autor del que por ahora es el segundo informe sobre las pinturas de Praileaitz es el arqueólogo británico Paul Pettitt, profesor de Arqueología Paleolítica en la Universidad de Sheffield, especializado, según su propia presentación, «en el Paleolítico Medio y Superior en Europa y la Edad de la Piedra intermedia en África», con intereses específicos en tecnología lítica y en arte parietal y mueble del Paleolítico Superior, período al que corresponden las pinturas de Praileaitz I. Pettitt formó además parte del equipo que descubrió en 2003 las dos únicas cuevas hasta ahora conocidas con arte rupestre del Reino Unido, situadas en Creswell Crags y afectadas también por la actividad de una cantera. A su análisis dedica, junto con Paul Bahn y el profesor de Prehistoria y Arqueología de la UNED Sergio Ripoll, uno de sus últimos trabajos -Paleolithic Cave Art at Creswell Crags in European Context- publicado en marzo de 2007 por la editorial Oxford University Press.
El doctor Pettitt, que visitó la cueva el lunes y martes de la semana pasada, no ha terminado todavía su informe, pero ya ha transmitido sus primeras impresiones a la Consejería de Cultura. «Le remitimos el informe de Marcos García -informó la consejera- y nos dijo que lo suscribía en el 90%». Pettitt, además, «avala la importancia de las pinturas de Praileaitz en el contexto del arte parietal no figurativo», y lo interpreta como una señal de «la voluntad humana de dejar sus huellas». Huellas, por cierto, que según las mediciones de Paul Pettitt corresponden a una mano derecha. Un aspecto que ha destacado el doctor Pettitt, coincidiendo con las valoraciones de Marcos García, es la extrema fragilidad de los soportes que eligió quien quiso dejar su huella en Praileaitz I: las banderas, un tipo de formación geológica de origen estalagmítico particularmente vulnerable.
Mínima actividad
Paul Pettitt se mostró, en palabras de Miren Azkarate, muy preocupado por el hecho de que los cambios en el régimen medioambiental de la cueva puedan afectar a las formaciones en las que se encuentran las pinturas y causar daños a las mismas. Para evitarlos o reducirlos al máximo, recomendó «controlar la carretera que discurre por encima de la cueva y las filtraciones de agua». Saber que la pista en cuestión ya está cerrada como consecuencia de la aplicación del decreto de protección y que se recuperará su cubierta vegetal original tranquilizó a Pettitt, siempre según Miren Azkarate.
Además de considerar que en las condiciones actuales «las pinturas están de momento a salvo de la actividad de la cantera», Pettitt opina que el principal enemigo de las mismas es el ser humano. Así, ha recomendado «reducir al mínimo el número de visitantes y restringir al máximo la actividad humana», incluyendo la de los arqueólogos, ya que «si se continúan las excavaciones en el vestíbulo y la primera sala, todo lo que sea ensanchar la cueva puede provocar corrientes de aire que perjudiquen a las pinturas». Una de las sugerencias de Pettitt, partidario de «divulgar en foros internacionales el hallazgo de Praileaitz para que lo conozca la comunidad científica», es que «se tenga en cuenta el impacto de las excavaciones a la hora de conceder permisos, valorando su interés científico frente al riesgo que comportan».

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